Junio de 1944. Los Aliados estaban listos para cruzar el canal de la Mancha y lanzar el mayor desembarco militar de la historia. Pero sabían que tomar la costa no bastaba. Sin capacidad de abastecimiento sostenido, no habría avance posible.
Los puertos franceses estarían destruidos, defendidos o ambos. Y por eso, desde el principio, tomaron una decisión audaz: construir sus propios puertos… y llevarlos con ellos.
¿Sabías que…fue Winston Churchill quien propuso en 1942 construir puertos artificiales flotantes, ensamblables en el mar, para sostener el avance tras el Día D?
Los llamaron Mulberry, y su sola existencia fue una proeza técnica y logística sin precedentes. No eran simples estructuras; eran auténticos puertos flotantes montados pieza a pieza frente a una costa tomada por el enemigo.
Para formar sus muelles, los Aliados diseñaron colosales bloques de hormigón de hasta 6.000 toneladas. Estas piezas monumentales se fabricaron en el Reino Unido y fueron remolcadas en secreto a través del canal de la Mancha, en una operación que combinó ingeniería, sigilo y sincronización.
Sobre el mar desplegaron carreteras modulares montadas sobre pontones articulados, capaces de resistir las mareas y permitir el paso constante de camiones. Cada tramo flotante se unía al siguiente como un gigantesco mecano logístico, diseñado para latir con el océano.
Y en lugar de esperar a tomar un puerto, crearon uno propio. Uno que flotaba, que se armaba con precisión milimétrica, y que hizo posible desembarcar más de 2,5 millones de soldados, 500.000 vehículos y 4 millones de toneladas de suministros.
El triunfo invisible de la logística
Los libros de historia hablan de soldados, batallas y discursos. Pero sin puertos, sin tránsito, sin cadenas de suministro… no habría habido Día D. Lo que hizo posible liberar Europa fue también la logística, en estado puro.
Y ese mérito, aunque invisible, fue decisivo.
 
								


